domingo, 20 de abril de 2008

Globalización y desarrollo económico-social de la Unión Europea

Oscar Martínez Rodríguez
Licenciado en Derecho Económico, Master en Derecho Financiero por EADE, fundador de AIE y Tesorero de Jóvenes Empresarios.


El neocapitalismo llega a imponer, mediante sus disponibles medios de comunicación, tópicos mágicos como solución a los problemas profundos que la sociedad internacional padece, los cuales se van sucediendo a medida de que el anterior se va desvaneciendo en el campo de la contradicción. Así sucedió con la flexibilidad laborar que derivó en el incumplimiento de la jornada de trabajo, la alteración de los salarios mínimos en las categorías de mayor titulación, la amenaza constante del despido libre y la pérdida del poder adquisitivo de todo el conjunto, habiendo rebajado en el último periodo de cinco años las cotas alcanzadas anteriormente con el Estado del Bienestar, dentro de una Comunidad Europea que se va forjando y expandiendo a base de los sacrificios económicos de los ciudadanos, empresas e instituciones integrados en sus Estados miembros, y que ofrecen su solidaridad siempre que las nuevas naciones, que en años sucesivos se van incorporando a la misma, cumplan con el contenido de unas normas mínimas, denominadas directivas, que son la base de un sistema jurídico y económico único, que ha de desarrollarse en un plazo limitado de tiempo, con el fin de que no se produzcan desequilibrios en los ámbitos económico-sociales, vinculados a los niveles salariales y al poder adquisitivo, así como los referidos a los derechos esenciales de los ciudadanos y el ordenamiento jurídico que de forma generalizada rige en los países incardinados en la UE, en la que no cabe la imposición, directa o indirecta, de fundamentalismos religiosos ni gobiernos teocráticos, sino Estados aconfesionales y laicos, can la defensa a ultranza de la igualdad de derechos de las personas, sin discriminación alguna por sexo, origen, raza o condición social.
La globalización , en el concepto que se aplica, no es más que el reverdecimiento de una absoleta política de libre comercio, en el que se incluye también el esfuerzo del trabajo, propia de una política colonial, que en poco favorece a los países más pobres y perjudica grandemente a las naciones mejor estructuradas, característica común de las integradas en la UE. No en vano el principal propulsor de la globalización es EEUU, seguido de los sectores más reaccionarios de la derecha europea, bajo cuyos gobiernos se han reducido las prestaciones sociales y la vertebración regional, siendo EEUU, en este sentido, un ejemplo a no imitar.
Es conveniente tener presente que la UE, en el aspecto productivo, se fue gestando, a través del tiempo, con una serie de sacrificios en los sectores de la agricultura y la industria, con limitaciones en el volumen de su potencialidad, marcado con precios mínimos o de retirada, para equilibrar los desajustes de la oferta y la demanda, teniendo como horizonte una equiparación en la jornada de trabajo de 35 horas semanales y coincidente nivel salarial, con el fin de mantener un poder adquisitivo alto necesario para absorber los bienes producidos. Ello permitió la inversión más grande de la historia en las grandes infraestructuras, la implantación o adaptación de las instalaciones públicas destinadas a la cultura y al ocio, la enseñanza y asistencia sanitaria gratuita y la consolidación del Estado del Bienestar, con especial atención a la infancia, a la juventud y a la tercera edad, alcanzando el remonte más importante con la implantación del euro como moneda única en el territorio continental de la UE y la libre circulación de ciudadanos y capitales en todo su ámbito.
En base a ello, se hace preciso que la UE mantenga una estanqueidad adecuada respecto a la incorporación de productos y personas de terceros países, con el fin de no desequilibrar los ciclos productivos y de consumo, superando el poder adquisitivo y las prestaciones sociales de los ciudadanos comunitarios mediante la formación cultural y técnica permanente, la investigación científica, el desarrollo tecnológico, el aprovechamiento racional de los recursos, el control riguroso del gasto público y la defensa del ecosistema, dentro de un Estado de Derecho asentado por el voto libre, igualitario, directo y secreto de los ciudadanos de las naciones integrantes de la misma, lo que obliga a la contingentación de las importaciones y la rigurosa verificación sanitaria y de control de calidad de los productos comprendidos en las partidas admitidas, con la aplicación de un sistema arancelario variable, según la incidencia que los productos importados puedan ejercer en sus equivalentes de producción comunitaria.
La globalización, por el contrario, supone la desertización de amplios sectores industriales de tecnología media-baja, el desmantelamiento del sistema laboral de 35 horas de trabajo semanal, la disminución del empleo estable con el suficiente poder adquisitivo y el empobrecimiento de la UE, al disminuir en su mercado interior el consuno de sus propios productos, siendo el más afectado el sector horto-agrícola , en beneficio de las cadenas de Mercas y grandes centros comerciales, que, salvo excepciones, prescinden prácticamente de los proveedores españoles en el suministro de hortalizas, frutas y flores, con el incremento del paro y el Agotamiento de los recursos de la Seguridad Social al dispararse la espiral de las necesidades a cubrir y disminuir los ingresos.
España, Portugal y Grecia van a ser los países más castigados por los efectos de la globalización, al carecer de tecnología y financiación propias para los sectores industriales punta, como son el químico, las aleaciones especiales, la automoción, la aviónica, la robótica aplicada y la electrónica de segundo techo. La realidad que se abre ante los jóvenes profesionales españoles, en este siglo que comienza, es que ya no fabricamos siquiera un tractor agrícola y que la estructura económica, en gran parte, se ha transformado para atender los servicios del ocio vacacional de los habitantes de otros países europeos más previsores en cuanto a la investigación y a la racionalidad del gasto público, lo que nos fuerza a recuperar de inmediato el tiempo perdido, tal favorable para remediar nuestras carencias, blindando la UE con nuestro esfuerzo solidario, compensando el que hicieron las demás naciones comunitarias durante las dos últimas décadas, luchando cada día para no perder el Estado del Bienestar frente a los cantos de sirena de una depauperante globalización de la miseria, tan propicia para los oportunistas.

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